La vida en nuestro Planeta depende de unos seres invisibles, los microorganismos, que constituyen la base de muchos ecosistemas y son, además, el cemento que cohesiona las redes alimentarias. De ellos depende el reciclado de los elementos en todos los ambientes, tierra, agua y aire. Aún más, en los ambientes acuáticos, fundamentales para la vida en la Tierra, los microbios son los principales captadores de la energía solar. Los microbios nos rodean y condicionan nuestra vida. Son compañeros próximos que nos habitan por dentro y por fuera. ¡Y todo ello sin que seamos conscientes de su presencia e importancia!. Por ello los podemos considerar extraños íntimos.
En muchos casos, las relaciones íntimas (sim-biosis) de microbios con plantas y animales proporcionan beneficio mutuo a los socios. Su estrecho contacto durante decenas y, a veces, cientos de millones de años ha condicionado intensamente su evolución dando lugar a nuevas propiedades biológicas que les permitan adaptarse y complementarse los unos a los otros. Las simbiosis mutualistas entre animales y microbios son innumerables. Algunas tienen enorme importancia para la alimentación humana, como es el caso de los rumiantes, que pueden digerir su comida sólo gracias a los microbios de su estómago. Otras son fundamentales para los ecosistemas o la supervivencia de las especies.
Los microbios también ayudan a los humanos a conservar y producir alimentos. El queso es el alimento fermentado más antiguo que se conoce. Las bacterias lácticas coagulan la leche y producen antimicrobianos que impiden el desarrollo de microbios que puedan alterarla o intoxicarnos. Además, dan buen sabor y olor al alimento. Ellas permanecen vivas en el queso y, aunque invisibles, podemos cultivarlas o poner de manifiesto su huella genética.
Organiza: DEPARTAMENTO MICROBIOLOGÍA. Eva Valdivia Martínez.